sábado, 9 de diciembre de 2023
mi lucha contra déficit de atención y la dislexia
Hasta hace poco, solía considerarme un desastre, alguien torpe e incapaz de manejar la vida cotidiana. Parecía como si todos hubieran recibido instrucciones detalladas para la vida, mientras que a mí me arrojaron directamente al nivel avanzado sin un manual. De manera irónica, las cosas más simples me resultan tres veces más difíciles, mientras que las aparentemente complicadas son más llevaderas. A veces
mi capacidad de concentración parece tener una regulación rota: o estoy hiperenfocada en lo que me apasiona, o no puedo prestar atención a nada durante más de un minuto.
Aunque doy la impresión de ser una persona tranquila y normal, vivir con esta dualidad día tras día, año tras año, ha dejado de ser divertido. No me soporto a mí misma, y los problemas han dejado de tener gracia. He causado malentendidos con personas que realmente me importan, he perdido oportunidades (sin mencionar parejas, jaja), he manejado mal mi tiempo y mi dinero, y en ocasiones, mi falta de conciencia ha puesto en peligro mi vida, todo mientras lidiaba con una ansiedad que ha afectado mi salud. A pesar de mis esfuerzos constantes por cambiar y convertirme en una "super mujer", la frustración y el menosprecio hacia mí misma se han apoderado de mí al verme incapaz de lograrlo.
Descubrir que tengo TDAH no solo explica mi dificultad para estarme quieta (algo que aprendí a disimular), sino también esa sensación constante de caída en una montaña rusa sin fin. Aunque ponerle nombre a mi condición marcó el final de la búsqueda para entender mis dificultades, también marcó el inicio de la batalla por sobrellevarlo. Aunque no tiene una solución definitiva, he aceptado que siempre seré así.
El TDAH complica la simple búsqueda de la felicidad. Aún me encuentro con personas que minimizan mi experiencia diciendo que también son despistadas, sin comprender que mi desasosiego es constante, no momentáneo.
A pesar de los desafíos, estoy aprendiendo a ver aspectos positivos en el peculiar funcionamiento de mi cerebro. Tengo una energía infinita, una capacidad sorprendente para emocionarme, especialmente con mi profesión, y soy una fuente inagotable de sueños e ideas. Aunque trato de tomarlo con humor, la realidad es que enfrentar estas circunstancias es un desafío constante. En estos momentos, el amor que me rodea se convierte en algo vital. Agradezco la suerte de contar con una familia y amigos que siempre me han apoyado y aguantado. Necesito controles externos, tanto materiales como personales, para mantener el desorden interno a raya.
Sin tapujos, aún no he hallado la fórmula mágica para no romper más pantalones al tropezarme por tener la cabeza en las nubes, ni tampoco algún recordatorio universal que funcione para no olvidarme de las cosas.
para rematar el lidiar con La dislexia ha dejado una marca distintiva en mi vida, afectando diversos aspectos de mi día a día de maneras que a veces resultan desafiantes. La lectura se convierte en una tarea difícil, con palabras que parecen danzar en la página, desafiándome a descifrar su significado. La ortografía se presenta como un constante rompecabezas, y recordar cómo se escriben las palabras puede convertirse en un desafío en sí mismo.
A nivel emocional, la dislexia ha sido una maestra de mi paciencia y resiliencia. Las dificultades recurrentes ,e generan frustración, pero también han cultivado en mí una determinación para superar los obstáculos. En lugar de ver la dislexia como una limitación, prefiero abrazarla como una parte única de mi identidad, una que viene acompañada de desafíos, pero también de una perspectiva y creatividad distintivas.
Una de las experiencias más significativas de mi vida ha sido enfrentar y superar mi déficit de atención y dislexia a lo largo de mi trayectoria escolar y académica. Desde el principio, decidí encarar estos desafíos con determinación y valentía, optando por ocultar estas dificultades a los ojos de mis compañeros y profesores.
Opté por no revelar mi déficit de atención y dislexia, trabajando incansablemente para superar cualquier obstáculo que se interpusiera en mi camino.
En cada etapa del colegio y mi instituto, las pruebas y evaluaciones representaron desafíos considerables. La velocidad de procesamiento y la retención de información escrita se volvieron obstáculos a superar, pero con eafuerzo, logré sortearlos con éxito. Aunque ocultaba las dificultades, cada logro se convertía en una victoria personal, una prueba tangible de mi capacidad para superar los retos que la dislexia y el déficit de atención presentaban.
Cada desafío superado se suma a mi convicción de que, a pesar de las adversidades, puedo lograr cualquier meta que me proponga. Aunque a veces las palabras toxicas de mi infancia me regresan a tener miedo en mi.
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