Mañana 18 se cumplen 37 años desde que falleció mi segunda mamá, Ruth. Te extraño con todo mi corazón. Fuiste quien me enseñó que con constancia y esfuerzo se puede lograr todo en la vida. Me ayudaste a creer en mí mismo, y esos seis meses a tu lado fueron los más felices que recuerdo. Si no te hubieras ido, estoy seguro de que te habría llamado mamá.
Tu partida dejó un vacío enorme, pero también me dejó tus enseñanzas y tu amor, que sigo llevando conmigo. Qué hermoso fue volver a verte en mis sueños, sentirte cerca otra vez, aunque sea por un instante.
Hoy tengo una frase que siempre digo cuando me preguntan si algo será difícil o doloroso: *“Dale, no pasa nada”*. Y aunque para mí casi todo en la vida se puede soportar, lo único que nunca dejará de doler es perder a una madre… y en mi caso, perder a dos.
A quienes lean esto, les digo: valoren a sus madres, a las personas que los aman y están para ustedes, porque no sabemos cuánto tiempo más podremos tenerlas cerca. Abracen, digan “te quiero”, y sobre todo, agradezcan, porque el amor de una madre de sangre o del corazón es un regalo único, y cuando ya no están, se siente como si se llevaran una parte de nosotros.
Ruth, siempre serás parte de mí. Gracias por todo lo que me diste.